jueves, 21 de febrero de 2013

Encontrando la perfección



La NBA es un teatro inmenso y como tal tiene actores, algunos mejores que otros, pero todos con un foco que los ilumina.

La mayoría de exteriores que juegan en la NBA son tiradores correctos, sus porcentajes suelen ser buenos cuando hablamos de tiros librados, sin oposición; mi luz no está ahí.
Sumergiéndome hacia el siguiente nivel me encuentro con otra clase de tiradores, su porcentaje de acierto es mayor y su muñeca tiene un algo que los convierte en lanzadores certeros. Son jugadores que no se los puede flotar, jugadores en los cuales la defensa de perímetro se convierte en esencial; mi luz no está ahí.
Sigo descendiendo. El número de luces encendidas cada vez es menor, solo queda la élite de la liga. Francotiradores consumados que en muchos casos viven, algunos sobreviven, gracias a su excelsa muñeca. Desequilibrados o bien punteados, eso no es motivo suficiente como para no anotar. Su cometido es romper las zonas, son jugadores que reciben un marcaje pegajoso, que son perseguidos en los múltiples bloqueos por los que pasan antes de encontrar el mínimo resquicio para recibir y disparar. Son jugadores capaces de cuadrarse para el tiro con una velocidad que muchos son incapaces incluso de comprender. La letalidad de esta extirpe de lanzadores reside en que su espectacular velocidad de ejecución apenas repercute en sus porcentajes. Son los mejores tiradores de su equipo, sus balas son las más mortíferas del planeta; mi luz no está ahí.

He buceado hasta tal profundidad que solo veo una luz, es la única que aún no ha estallado a pesar de la presión a la que se ve sometida. Su brillo, menos deslumbrante, es más resistente; ilumina el jugador que estaba buscando: Ray Allen.

El mejor triplista de la historia sigue lanzando y anotando con la misma eficacia que el primer día, los años pasan pero de sus manos siguen saliendo triples ganadores. Su letal mirilla se combina con una inverosímil velocidad de ejecución, haciéndole imparable.
Ray Allen tiene diagnosticado un caso límite de desorden obsesivo-compulsivo, este hecho le ha permitido a muchos encontrar un porqué a su depuradísima mecánica de tiro. Evidentemente, Allen fue obsequiado con un don, lo lleva escrito en los genes, pero no hay que olvidar que ese don ha sido trabajado y perfeccionado hasta la extenuación.
Estoy convencido de que si otros jugadores siguieran el marcial trabajo de perfeccionamiento que aún a día de hoy sigue llevando a cabo Ray Allen, muchos lanzapiedras de la liga incrementarían considerablemente sus porcentajes, especialmente desde la línea de tiros libres.

El bombardero californiano se ha enrolado en un nuevo equipo, un equipo con un armamento impresionante al que se le ha añadido una pieza que en Playoffs lo convertirá en indestructible. Ya ha demostrado que será importante en un equipo campeón como son los Heat, pues ante rivales como Cleveland, Denver o San Antonio, ha metido triples importantes, triples ganadores. Su muñeca aparece, como siempre.
Hace lo mismo que ha hecho durante toda su carrera, no importa que mano planten en su cara ni la posición o ángulo desde el que tire, la probabilidad de anotar sigue siendo alta. A sus 37 años las sigue enchufando, subiendo en cada partido un poquito más el listón, el suyo propio y el de la misma NBA. El mejor triplista de la historia no debe desaprovechar la oportunidad de anillo que le brinda Miami, y a buen seguro que contribuirá a conseguir este hito.

Los Heat han conseguido un aditivo mortal a su letal mezcla de talento. En los pasados Playoffs, Shane Battier se mostró como un efectivo edulcorante y se convirtió en elemento indispensable para la consecución del anillo, pero este año Miami ha reclutado a un experto, quizá, el más grande de la historia.





Dónde dejará el nuevo registro...