martes, 6 de noviembre de 2012

La responsabilidad de un líder



A menudo sin quererlo, nos encontramos con situaciones que cambian nuestra vida. Momentos puntuales que no buscamos; solo llegan.
A priori, resulta relativamente fácil identificar si el cambio es a mejor o a peor, pero en última instancia, eso solo depende de nosotros, de la actitud que tomemos.

Hay opiniones divididas acerca de a quién beneficia más el cambio de jugadores entre OKC y Houston (James Harden, Cole Aldrich, Lazard Hayward y Daequan Cook se van a los Rockets a cambio de Kevin Martin, Jeremy Lamb y tres elecciones del Draft del 2013). Pudiéndolo discutir largamente, si hay algo claro es que, más allá de equipos, quién sale más beneficiado lleva barba. Sí. James Harden.

El tercera espada de OKC se convierte en punta de lanza.

Muchos creían, me incluyo, que Harden era mucho más que un sexto hombre, un jugador que tuvo la fortuna y la desgracia de coincidir en el mismo equipo que Durant y Westbrook.
Harden sabía que se encontraba en un equipo grande, un equipo ganador del cuál formaba parte capital. Por ese motivo aceptó el rol de asesino desde el banquillo sin rechistar. Sabía que en ese equipo crecería y ganaría; algunas veces gracias a él, otras muchas gracias a sus compañeros.

En ese rol obtuvo un merecido reconocimiento: fue nombrado Mejor Sexto Hombre de la NBA. Pero este traje le venía demasiado estrecho a un jugador de calidad enorme. En OKC su techo no lo limitaba su talento, la culpa era más bien del número de minutos y el “inconveniente” de compartirlos con Durant y Westbrook. En Houston, este incómodo techo desaparece; ahora se puede erguir. 
Será diferente; él lo sabe. En el primer partido que disputó como Rocket ya demostró conocer el nuevo papel que deberá desempeñar en un equipo excesivamente joven (media de 23 años). Los números son clarificadores: 44 minutos de juego en los que hizo 37 puntos, 6 rebotes, 12 asistencias y 4 robos.

En su primer partido demostró una adaptación inmediata al nuevo rol; mucho más exigente. El mejor sexto hombre de la competición, se convirtió en el líder que su equipo necesitará partido tras partido. Tiró más que nunca. Prueba de ello son los registros personales que batió contra Detroit: número de tiros de campo intentados, y también encestados, así como el número de minutos que estuvo en pista, destrozando su anterior récord de asistencias.

En el siguiente partido, escaló hasta los 45 puntos (récord personal) se mostró incisivo y muy hiriente; penetró con determinación, la determinación de un líder.

Está siendo quién esperan que sea. En tres partidos, Harden ya ha batido muchas de las mejores marcas obtenidas en OKC, y las que le quedan solo son cuestión de tiempo. Cualquier cambio conlleva sus pros y sus contras, la virtud radica en saber anteponer los pros de la nueva situación. A esa capacidad algunos le llaman madurar; eso conseguirá esta temporada. 

En mi humilde opinión, quién mayor rédito va a sacar de esta unión es el mismo Harden pues crecerá como jugador y, sobre todo, como líder. En Houston, James Harden será la estrella que no podía ser en OKC, en los Rockets tendrá la libertad de hacer y deshacer a su antojo. En ese aspecto se igualará a las grandes estrellas de la liga. Pero su propósito debe ir más allá, su propósito debe ser convertirse en una de ellas; en eso está.

James Harden es un jugador de una calidad inaudita, una calidad que liberada del corsé que suponía OKC, crecerá desbordando las expectativas más optimistas. Houston lo ascenderá a las alturas, a una cota en la cual tan solo habitan las superestrellas.




En Houston demostrará que su techo aún no se vislumbra.

1 comentario:

  1. Buen artículo! A mi Harden me parece un jugadorazo, y OKC sale perdiendo claramente en este traspaso. Hubiera sido mejor traspasar a Westbrook. Harden va a ser mucho mejor que él y sinó al tiempo.

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