jueves, 26 de julio de 2012

Lluvia de estrellas


Todo aquel que se precie de ser un buen aficionado a la NBA, siempre y cuando su economía se lo permita, tiene que ir a ver un partido en el que juegue alguna de nuestras idolatradas estrellas. Debe ser una peregrinación obligatoria. 

El martes pasado fui al Palau Sant Jordi para ver a España contra el USA Team y os quiero transmitir las sensaciones que saqué de mi encuentro con las estrellas. Las conclusiones que obtuve de aquel show tanto a nivel deportivo como extradeportivo (condicionantes y parafernalia previa).

Quizá el error fue mio, pensé que me encontraría un show parecido al que acontece en los partidos de la NBA, pero la ambientación que los organizadores generaron no superó las expectativas con las que venía. Sé que esta sensación no fue solo mía, pero prefiero centrarme en mi experiencia, a pesar de que probablemente sea compartida por muchos de los asistentes a aquel partido. Quizá fui un iluso al pretender presenciar un espectáculo como el que se ve allí, en el cual en los tiempos muertos ocurren tantas o más cosas que durante el partido. Por desgracia, no fue así.
La presentación se asemejó en demasía a cualquier otro partido de liga ACB o Euroliga. Esta sensación de “pobreza” organizativa se acrecentó aún más en los tiempos muertos, pues no es de recibo el poco o nulo espectáculo que se sucedió en ellos. Me parece muy bien que durante los tiempos muertos hagan “juegos” publicitarios en la pantalla del recinto, pero quiero que en pista me ofrezcan una alternativa. No me parece de recibo sacar esa clase de juegos en medio de la pista, obligándote a verlos porque no hay nada mejor que ver. Ya que el precio de una entrada para ver un USA-España es muy superior a ver un Australia-España, por ejemplo, el espectáculo durante los Time Outs debe de ser diferente; superior. Tan solo los castellers del descanso, junto al homenaje a Navarro y a tres miembros del Dream Team allí presentes (Mullin, Robinson y Drexler) merecieron la pena.

Ahora vayamos a lo importante, lo que pagué por ver, es decir, los jugadores. Esa constelación de estrellas bajo el cielo de Barcelona.
Cuando los ves en vivo se desvanece esa sensación que se tiene de jugadores de ficción, casi irreales. Conviertes la imagen que tantas veces has visto en un monitor en realidad. Los ves en carne y hueso. Existen.

Centrándonos en el partido, España tuvo un inicio fulgurante, la defensa norteamericana no cerraba su zona y permitía penetraciones españolas con relativa facilidad. José Manuel Calderón se encargaba de hacer jugar a la selección, mientras que Ibaka se beneficiaba de un tipo de base que en OKC desconoce. La afición que abarrotaba el Sant Jordi gritaba enfervorizada el espectacular inicio del combinado español, los continuos (y claros) pasos que el trío arbitral se encargaba de penalizar (en especial el dúo español) no permitía a los norteamericanos meterse en el partido. En un momento del mismo, los tres árbitros parecían adoptar una posición muy partidista, muy patriótica. Eso contribuyó a un desconcierto que benefició a Estados Unidos, en especial a Carmelo Anthony que, a diferencia del partido contra Argentina, demostró la calidad que atesora y ya en el descanso llevaba 23 puntos con un 5 de 6 en triples.

En la segunda mitad se sumaron a la fiesta más jugadores y el resultado que reflejaba el marcador en el descanso (40-48) no hizo más que aumentar, ni la zona planteada por Scariolo era capaz de detener el vendaval norteamericano. Jugadores como LeBron, Durant o Westbrook aumentaron el nivel en la segunda mitad del encuentro y España se deshizo como un azucarillo. El griterío de los primeros minutos de partido se fue apagando en concordancia con el juego de España, que estuvo muy errática en el tiro, incluso desde la línea de personal. Sus exteriores no supieron nutrir de buenos balones a un Gasol defendido por LeBron, circumstancia a mejorar en un probable enfrentamiento en Londres.

A pesar de la clara victoria norteamericana (78-100) no tuve la sensación de ver un juego espectacular, un equipo imbatible. Estados Unidos no juega como equipo, aún no ha aprendido. Es un cúmulo de estrellas cuyo repertorio táctico se basa en repetir hasta la saciedad los pick&pops o pick&rolls, sin arsenal táctico más allá de la espontaneidad de sus estrellas. Un juego basado en el 1 para 1 o 2 para 2 centrándose en romper a su par para conseguir ventaja y beneficiarse de ella. Su asfixiante defensa les permite ocultar esa carencia ofensiva, pues muchos puntos llegaron y llegarán de contraataques o transiciones rápidas. En ese aspecto la actitud de los colegiados será decisiva, pues deberán penalizar a los jugadores norteamericanos cuando incurran en pasos. Hecho que, temo, sucederá con frecuencia.

Mención aparte merece Ibaka, no cabe duda de que es un bastión defensivo de primer orden mundial. Un jugador capaz de intimidar incluso al USA Team solo lo tiene España y es evidente que lo aprovecharemos. Pero no estaría de más rebajar la ansiedad con la que juega, pues en muchas ocasiones Serge se empeña en buscar el tapón a toda costa, sin percibir que el balón desciende o ya ha tocado tablero; debe aprender a leer el momento oportuno para taponar.

En la mayoría de partidos no será necesario, pero a medida que la competición vaya avanzando y los rivales sean de mayor entidad, tendremos que mandar más balones a nuestros pívots; los mejores de los JJOO. Eso facilitará la labor de los exteriores y sobre todo dañará las defensas rivales desde el interior, donde son más vulnerables. Si lo consiguen, el sueño de batir al temido equipo norteamericano puede dejar de serlo. Nadie, ni tan solo Estados Unidos, cuenta con dos 7 pies de tal calidad técnica. Es necesario que juguemos para ellos, iniciar la jugada subministrando balones a nuestros interiores.

Espero presenciar un segundo enfrentamiento entre estos colosos del baloncesto mundial, quiero ver desatar sus fuerzas en el telón de fondo más importante del mundo.





¡Qué empiecen los Juegos!



viernes, 20 de julio de 2012

Vientos de cambio


Vivimos en una sociedad consumista que nos inculca a diario qué debemos comprar, qué debemos vestir o qué está de moda hacer. Eso provoca que nos atraiga cualquier innovación, cualquier novedad que signifique un cambio sustancial.
La curiosidad es algo intrínseco al ser humano, nos empuja a querer conocer lo desconocido. En este caso: los Brooklyn Nets. Equipo renovado, nueva ciudad, nueva afición y ilusión, mucha ilusión.
En su traslado a Brooklyn, los Nets han olvidado algunos muebles; otros han sido restaurados y otros comprados. El desembolso ha sido importante, pero no os preocupéis, Prokhorov no parece tener problemas de cash.
Veremos como luce la renovada decoración en su nuevo hogar, el Barclays Center.

Los Nets tienen un quinteto caro; sí. Pero temible. Deron Williams exigía refuerzos como requisito indispensable para trasladarse a Brooklyn y olvidar Dallas. El dinero invertido por el magnate ruso Mikhail Prokhorov ha sido un sedante a sus intenciones de volver a su hogar; Texas.

Una nueva potencia ansia emerger. La llegada de Joe Johnson da un plus de calidad a una plantilla liderada, de momento, por Deron Williams. Uno de los mejores bases de la NBA por fin va a contar con uno de los mejores escuderos desde el puesto de escolta. La dupla Williams-Johnson puede convertirse en uno de los mejores backcourts de la liga; calidad les sobra.
El dúo exterior será secundado por un juego interior de notable prestación ofensiva y un alero, en mi opinión, infravalorado: Gerald Wallace.
Además, desde Vitoria llega Mirza Teletovic; al igual que su equipo, una incógnita. El bosnio cuenta con un tiro excelso y lo complementa con una potencia de salto impropia de un caucásico, características que elevan su talento a un nivel lo suficientemente alto para considerar que está donde merece estar.

Una incorporación que no cuenta como tal será la de Brook Lopez. Si en su quinto año recupera el nivel que mostró antes de la lesión, será un factor desequilibrante en la pintura; pivots con su técnica hay pocos en la liga y los Brooklyn Nets tienen la suerte de tener uno. Si su físico le respeta, podríamos presenciar su eclosión definitiva en un equipo con mimbres para hacer ruido en el Este.

El quinteto formado por Deron Williams, Joe Johnson, Gerald Wallace, Kris Humphries y Brook Lopez da buenas sensaciones, pero imaginemos un cambio; el cambio que representaría Dwight Howard.
Salta a la vista que los nuevos contratos de Humphries y Brook Lopez han sido inflados de cara al posible traspaso con Orlando. De esta forma, los Nets podrían cuadrar salarios mandando su juego interior titular más alguna futura ronda de Draft a DisneyWorld.
Orlando está obligado a traspasar a su buque insignia si no quiere que escape a cambio de nada. A parte del dúo interior formado por Humphries y Lopez, Orlando intentaría sacar a MarShon Brooks. El novato ha realizado una brillante temporada en su debut en la mejor liga del mundo (12.6 puntos, 3.6 rebotes y 2.3 asistencias). En la nueva estructura, Brooks pasaría a ser suplente y supondría una amenaza desde el banquillo, si sigue con esta progresión. Una progresión que los Nets intentarán que sea en Brooklyn.
Otro punto a resaltar sería la importancia que cobraría un jugador como Teletovic en un esquema donde el Center fuera Howard, pues como ha hecho durante toda su carrera, Superman necesita a un 4 con buena mano que esté abierto para recibir el balón cuando las defensas se cierran sobre él. Este es el cometido que desempeñaron en Orlando Rashard Lewis y Ryan Anderson. Los dos mejoraron sustancialmente sus contratos gracias a Howard; En especial Lewis, que consiguió un contrato que lo convirtió en el segundo jugador mejor pagado de la NBA.

Así pues, la llegada de Howard supondría una oportunidad para Teletovic y el empujón que los imberbes Nets necesitan para tener aspiraciones a destronar el reinante campeón de la NBA.

Tampoco debemos obviar el gancho mediático que supondría un jugador como Howard en una franquicia recién nacida. Su presencia en el equipo coparía las portadas de la prensa deportiva y haría que los Brooklyn Nets estuvieran en boca de cualquier aficionado al basket. El multimillonario ruso quiere a Howard para explotar su imagen, es un reclamo demasiado goloso como para no pelear por él. Los nuevos Nets necesita atención, y Superman se la daría.





El dinero no hace la felicidad, pero te facilita la posibilidad de alcanzarla.



 







domingo, 8 de julio de 2012

jueves, 5 de julio de 2012

Una semilla para la esperanza



La gente con la que vamos, la pareja que tenemos o la ropa que vestimos nos definen. Es relativamente sencillo conocer a una persona si sabes en qué círculo se mueve, de quién se rodea. Extrapolando esa realidad al mundo de la NBA vemos que, en su mayoría, los equipos trasmiten la misma esencia que las ciudades, la misma frecuencia.

En agosto del 2005, el huracán Katrina hizo estragos en la ciudad de New Orleans y su población, fuera por defunción o evacuación, disminuyó notablemente. Los Hornets, como no podía ser de otra forma, sintieron el brutal varapalo. Aquel desastre obligó al equipo a emigrar hacia Oklahoma. El destino es caprichoso, pues lo que para unos fue una catástrofe, para otros fue una oportunidad, ya que a raíz de aquello, Oklahoma consiguió, por compromiso de la ciudad y fidelidad de la afición, un equipo NBA. ¡Y qué equipo!

New Orleans era una ciudad pobre que, tras lo sucedido, aún lo fue más.
Con la marcha de sus dos referentes, David West y Chris Paul, la ciudad estaba huérfana de una fortuna demasiadas veces esquiva para ellos; pero algo empezó a cambiar. Primero fue la compra del equipo por Tom Benson el pasado mes de abril por una cantidad que asciendía a 338 millones de dólares. La segunda fue conseguir la primera elección del draft, y, más importante aún, de este draft.

Hay muchos nombres para explicar lo inexplicable; podemos recurrir a palabras como suerte, destino, divina providencia, azar, ¿probabilidad?... Sea cual sea, por una vez parece haber sido benevolente con la embrujada, quizás maldita, ciudad de New Orleans. Algunos dirán que es muy pronto para hablar de él, pero quien le haya visto jugar sabrá que ese jugador es especial. Anthony Davis es diferente: alguien capaz de cambiar el rumbo de un equipo, apartarlo de la deriva. Con él, New Orleans recibe un soplo de viento favorable, la fortuna que merecía.
Un jugador que ha destacado en un equipo como Kentucky, ya da buena muestra de la clase de jugador que es. Hay quien lo compara con Marcus Camby y en ciertas facetas del juego, al igual que en su físico, es parecido. Pero Davis tiene todo para ser mejor que Camby, y eso no es poco.
En el instituto no destacaba por su estatura, pues antes de alcanzar los 2.08 actuales, Anthony Davis debió aprender movimientos de alero, así como también un buen manejo de balón y una aceptable visión. Si a eso le unimos que presume de un buen porcentaje en el tiro y un rango generoso, veremos que nos encontramos delante de un jugador imponente. Todo esto, en conjunción con la altura y envergadura actuales, es lo que lo han convertido en el mayor prospecto del draft 2012. Así pues, a sus movimientos y mecánica de tiro de alero, añadió una mejora reboteadora acorde con su nueva posición y aumento de estatura, y sobre todo, una capacidad de intimidación temible. Unos brazos interminables le han convertido en el mejor taponador de la última temporada NCAA con una media de 4.7 tapones por encuentro.
Estoy convencido que de haber jugado para otra universidad, los grandes números de Anthony Davis (14.2 puntos y 10.4 rebotes), se hubieran convertido en colosales, pues en un equipo de las dimensiones de Kentucky el balón está muy codiciado y, quizá injustamente, no tuvo ni los balones ni los tiros que sí hubiera tenido en otros equipos.
Si hubiera ocupado el lugar de Jared Sullinger en Ohio o Thomas Robinson en Kansas, estoy seguro de que sus números hubieran sido mejores que los realizados en Kentucky y de que su rendimiento hubiera sido mucho mayor que el de Sullinger o Robinson.

Que su frondosa ceja no nos distraiga del tremendo jugador que ha aterrizado en New Orleans: Davis tiene un talento descomunal, y lo demostrará de inmediato. El futuro de los Hornets recae en el suyo. Su techo ni se vislumbra, es el mejor jugador de la camada del 2012, pero es que además, también es el de mayor potencial.
Solo falta que demuestre a los fans de la NBA en general, y de los Hornets en particular, lo que los seguidores de la NCAA ya sabemos.

En New Orleans tienen entre manos un diamante por pulir, pero que aún así, brillará desde ya. Si los Hornets quieren salir del pozo en el que se encuentran, deben anclarse en Anthony Davis para que los suba tan alto como sea capaz.


Llega un nuevo huracán a New Orleans, pero a diferencia del otro, este trae esperanza. Veremos si la semilla de estrella arrela bien en su devastada tierra para que el dulce fruto que con tiempo y trabajo germinará, sea saboreado por sus ciudadanos.




La esperanza tiene un nombre, y una ceja: Anthony Davis.